EL TEATRO ESTRENA su obra Las danzas privadas de Jorge Holguín Uribe, con la que le dan vida a este personaje de la danza, que tuvo una vida de arte, literatura y drama. Una pieza teatral en 22 transfusiones y un libro.
Mónica Quintero Restrepo | Medellín | Publicado el 24 de noviembre de 2011
Desde el principio, Jorge no deja de ser un muerto. La mamá le envió una maleta para que pudiera volver en los siguientes 90 minutos.
La ropa le queda grande (no había un actor que midiera uno noventa y pico). No le enviaron el vestido de matrimonio de su hermana, porque el esposo no dejó. En cambio, sí está Pafi, el mono de peluche de sonrisa medio feliz y medio triste.
La nueva obra del Matacandelas, que se estrena esta noche, mezcla (buscaron el equilibrio con constancia) la música, la actuación y la danza. Por eso hay una directora musical (Ángela María Muñoz), unos directores de escena (Cristóbal Peláez, Diego Sánchez y María Claudia) y una coreógrafa (otra vez María Claudia).
Lo que pasa es que era casi una obligación. "Estábamos advertidos -expresa Cristóbal - y ese territorio no lo hemos trabajado. Si estábamos hablando de Jorge, había que meter danza. Así que como no hay bailarines, los actores actúan la danza".
Jorge Holguín Uribe era un bailarín. Además matemático, coreógrafo, escritor, dibujante.
Escribió Las danzas privadas , que le da nombre a esta puesta en escena que lo recuerda, y al libro que Tragaluz, publica al tiempo, reeditando esa obra, junto a Ricardo corazón de gelatinay Pafi, el virus y yo.
La historia
"El otro día se movió una cortina en el escenario sin nadie detrás. Alguien pasó dejando una estela blanca por la puerta mientras yo miraba el ensayo desde la oscuridad de la sala. Y pequeñas cosas así. Me gusta pensar que es Jorge Holguín de visita, muerto de curiosidad. Y de risa". Lo escribió la coreógrafa María Claudia Mejía.
Por supuesto, tal vez Jorge Holguín Uribe no se esté muriendo de risa con el teatro y con esas escenas o frases que obligan carcajadas (también dolores). "Es esencial no sonreír porque a la muerte le encanta la gente alegre", decía él. Claro que ya muerto, quizá la risa sea lo de menos.
" Danzas privadas es un manifiesto de intimidad, de diálogo interior con la corporalidad, es ocio, es juego, es infancia, es imaginación, es goce", escribió Cristóbal en el prólogo del libro. Porque texto y puesta en escena se complementan o se completan, de alguna manera.
El hombre que hace de Jorge Holguín tiene la cara blanca. Representa a un hombre enfermo. Lo que hace la obra es un recorrido por su vida a través de su danza, de ese manual que es Danzas privadas, del diario en el que escribió sus sentimientos sobre el "virus", de su mamá Mariluz Uribe de Holguín, que quiso recordar y ser parte.
En una de las introducciones dice: "No hay palabras adecuadas para prolongar la historia de una relación con la enfermedad y la muerte, hecha con humor, amor y valor".
Tres factores les llamaban la atención a los del Matacandelas: uno, Jorge fue un pionero de la danza contemporánea. Dos, escribía muy bien y su literatura era lúdica. Los ejercicios de danza son para personas comunes y corrientes. Tres, les parecía que su vida era dramática. No era solo el Sida, "sino la forma artística como él llevó eso, a través del diario", añade el director.
Jorge no se quería morir. Buscó en otras culturas una forma de aliviarse. Los amigos, a través del teléfono, le dieron recetas, hasta estúpidas, pero desesperadas.
Jorge no escribió la última página del diario. Los actores no actúan el final de la obra. Lo que sí hizo él y hace el actor es insultarla: "¡Huesuda! ¡Desgreñada! ¡Flacuchenta! Mujer sin nombre. ¡Aguacate podrido! ¡Vieja atrevida! ¡Pepa de mango sin sabor! Señora Muerte, por favor meta los dedos en el tomacorrientes de la pared".
Melissa Muñoz
@P_melyarte
0424-1726441
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