jueves, 21 de julio de 2011

Todo por las "Pinturas negras" de Goya

El unipersonal, escrito en España por Rodrigo García y escenificado en Venezuela por Fedora Freites, se presentará por hasta finales de julio en el sótano 3 del Celarg
El director venezolano Vladimir Vera considera que las fotografías de penes eyaculando, mujeres masturbándose y genitales con piercings no son motivo de escándalo. Más bien piensa que estas imágenes, realizadas por Nelson Garrido para la exposición Sexo Masturbable presentada en la Organización Nelson Garrido en 2010, son motivo de apoyo en una puesta escénica. No sólo eso, sino que se arriesgó a llevarla a cabo junto con Fedora Freites –su musa- en la pieza Goya, de Rodrigo García, que recién estrenó en mayo.
El asunto es que en Venezuela las sociedades conservadoras no están dispuestas a observar de forma natural esta manera de ver a la teatralidad y sus diferentes ángulos. Y de la sala Cabrujas, en Chacao, tuvieron que saltar a la ONG por cuatro funciones y, finalmente, ahora Teatro Forte está instalado en la Sala Experimental del Celarg. La agrupación llamó censura a este tambaleo de escenarios, ya que de la primera sala decidieron bajar el telón después de terminada la primera función, cuando fuera solicitado por parte de Diana López –Directora de Cultura de Chacao- el retiro de la escenografía que empapelaba el lugar. Por orgullo u ofensa artística, el equipo trasladó su crítica a la sociedad de consumo a otras latitudes. Y ellos se valieron de esta primera crítica para seguir haciendo teatro estridente.
Goya no es más que el testimonio de una madre que quiere llevar a sus hijos al Museo del Prado y tiene que lidiar con ellos, para hacerles olvidar el deseo de conocer a Mickey en Disney. Gastar el dinero en drogas y alcohol mientras se hace la hora de apertura del museo, para esta madre es más divertido. Mientras se vuelve loca, va criticando –entre groserías excesivas- a la sociedad que prefiere un Blackberry, un par de zapatos Adidas o un güevón que dice que la quiere.
Fedora Freites, la protagonista, aparece trajeada de sarcasmo. Su porte es de aquella que con la dicción descarnada y el humo del cigarro recorriendo el lugar, vocifera cómo se siente ante un auditorio que piensa distinto. Va despojándose de un traje blanco, largo y armado, hecho con bolsas de plástico, peluche y cualquier resto de material reciclable. Pero esta imagen va alternándose con otras que suceden en el fondo virtual: los testimonios de personajes de los medios venezolanos como Javier Vidal, Verónica Ortiz, Claudia Nieto, Luis Chataing, Abril Schreiber, Paul Gámez, Migle González, Arlette Torres, el director de cine español Joan Marimon y el dramaturgo catalán Carlos Be. Entre una aparición y otra, dos asistentes enmascarados: una mujer que interviene la escena desde la musicalización y la lectura de unos versos, amén de algún comentario informal, y otro que es el utilitis de Freites: pendiente del cigarro, las grabaciones, la chaqueta bien puesta, el todo.
Vera apuesta por un teatro que modifique y transforme al espectador que llega a la sala con una idea, pero que se va con algo distinto en su conducta. En ese sentido, desde el primer momento Goya es un éxito. “Fue tan poderosa que modificó a alguien sin siquiera haberla visto”, dice en relación a quién solicitara el retiro de las fotografías en la sala Cabrujas.
Al final de la obra, la sociedad sigue siendo la misma. Solo que desde ahora el espectador se cuestiona si prefiere que le quite el sueño Goya… “a cualquier otro hijo de puta”.


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